La añorada sala de los mil bailes

Fernando Molezún A CORUÑA /LA VOZ

A CORUÑA

La Voz entra en El Seijal, referente de la hostelería en A Coruña durante décadas

09 may 2011 . Actualizado a las 16:25 h.

Al entrar hoy en día en El Seijal parece que el tiempo se ha detenido. Que aquel concierto de Raphael que paralizó a la ciudad en 1967 fue hace escasos días. Que las parejas siguen acudiendo al ponerse el sol a su enorme pista para bailar, y que los aficionados al baile continúan yendo al anochecer a buscar pareja. Todo está intacto, con su vistoso y cuidado mobiliario, que haría las delicias de más de un aficionado a la moda retro. Igual que permanece en la memoria de innumerables coruñeses que pasaron allí los mejores momentos de su juventud, que participaron en sus abigarradas fiestas de carnaval y que se agolparon para ver a sus ídolos musicales sobre su escenario giratorio. El tiempo no pasa por las leyendas.

Y es que más que una sala de fiestas, eso es en lo que se ha convertido El Seijal, en una leyenda que giró durante toda su historia alrededor del apellido Lafuente, sinónimo por estos lares de excelencia hostelera y de pioneros en la organización de espectáculos. Abrió sus puertas en 1929, de la mano de Manuel Lafuente Brañas, bajo el nombre de Salón de Baile Xuanon, denominación que en la posguerra se obligó a cambiar por la todavía vigente El Seijal, que era como se conocía a esa zona por el mármol blanco de su suelo. Ya en junio de 1929 está registrada una actuación de Antonio Mallo, pero no sería hasta la década de los sesenta cuando se convertiría en el referente de la música en directo, tal y como es recordado. Y todo fue gracias a Carlos Lafuente Veira, hijo del fundador, que a mediados de los cincuenta cogió las riendas de El Seijal hasta su fallecimiento, en el año 2003.

Aquel pequeño chalé situado en un cruce de caminos fue creciendo hasta tener tres pisos y una pista exterior que se utilizaba en verano, y que acogió el recordado concierto de Raphael. Por su barra pasaron infinidad de coruñeses: «Había como dos turnos. Los de A Coruña se iban a eso de las diez, y entonces venían los de la zona. Pero nunca abrimos de madrugada, no le gustaba a mi marido», explica la viuda de Lafuente, Vitina Pacios. El negocio generó empleo durante años y años. En los buenos tiempos llegó a haber unas cuarenta personas en la plantilla base: «Tres en la puerta, seis en el ropero, que es inmenso, ocho en la cocina y reponiendo, otros cuantos tras las barras... Y si teníamos algún evento especial, como en carnaval o en algún concierto, el número crecía», recuerda la propietaria.

Los tiempos cambian

El local siguió adaptándose a los tiempos o, casi podría decirse, adelantándose a los mismos. En 1978 acomete una nueva reestructuración, abandona su espíritu de sala de fiestas, se tapan los ventanales y se lo dota de un equipo de luminotecnia de última generación para convertirse en una discoteca, como mandaba la demanda de la época. Pero todo tiene su fin, como cantaban Los Módulos, otro de los grupos que actuó en El Seijal. «A mediados de los ochenta dejó de utilizarse la pista de verano. Y en los últimos meses de 1989 la cosa empezó a flojear. Se habían abierto más discotecas en A Coruña y mi marido empezó a cansarse», explica Vitina Pacios. El 31 de diciembre de 1996 El Seijal abrió sus puertas para celebrar su habitual fiesta de fin de año: «Por aquel entonces ya solo hacíamos unos cuantos eventos al año, como año nuevo y carnaval. Pero ya no abríamos todos los fines de semana», puntualiza la dueña. Pero aquella fecha tuvo algo de particular. Sobre la fachada ya no podía leerse solo el rótulo habitual de la sala de fiestas, sino que aparecía otro nombre: Penélope. Bajo esta denominación, la célebre cadena de discotecas intentó relanzar la sala, pero sin éxito: solo aguantó hasta el mes de marzo siguiente. Desde entonces, ha funcionado puntualmente como plató cinematográfico para la película Blanca Madison y la serie Os Atlánticos y, probablemente, pronto vuelva a salir su inconfundible pista de baile en la gran pantalla.

El Seijal sigue ahí, solo falta el público. Quién sabe si algún día vuelve a abrir sus puertas y la música vuelve a sonar en la que fue la sala de fiestas referencial de A Coruña. No existe fecha determinada para eso, pero tampoco se descarta. Es lo que tienen las leyendas, jamás desaparecen del todo y están en constante riesgo de resurrección.